El costo humano es enorme. Mientras miles de personas siguen desaparecidas, el alcalde de la ciudad de Derna, en el noreste de Libia y una de las más golpeadas tras el ciclón Daniel, advirtió que el número de fallecidos puede ascender a 20.000. La cifra cuadriplicaría los más de 5.000 cuerpos recuperados hasta el momento. La mayoría de víctimas mortales “podría haberse evitado”, señaló la Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU. Entretanto, las autoridades advierten sobre un brote de enfermedades debido a los centenares de cuerpos en descomposición.
La poderosa tormenta que arrasó barrios enteros y rompió dos represas habría acabado con la vida del 20% de la población de Derna, en el este de Libia. La estimación fue hecha por el alcalde la ciudad, Abdoulmenam Al-Ghaithi, quien señaló que el número de personas muertas en las inundaciones que devastaron la zona puede ascender a 20.000.
El último informe publicado por las autoridades confirmó la recuperación de al menos 5.400 cadáveres, pero con el paso de los días, el mar, hacia donde fueron arrastrados edificios enteros con familias en su interior, sigue sacando cuerpos a flote.
Además, equipos de rescate y sobrevivientes siguen recorriendo las ruinas para tratar de hallar a miles de desaparecidos.
No obstante, en las últimas horas, el primer ministro de Libia, Abdulhamid al-Dbeibah, anunció que más de 300 personas que estaban reportadas como desaparecidas fueron halladas por los equipos de rescate.
“Después de que se restablecieran las redes de comunicación en Derna, los equipos de rescate pudieron salvar a más de 300 personas desaparecidas. Entre ellas al menos 13 niños”, informó al-Dbeibah sin dar más detalles.
Cuatro días después de que se desatara la tragedia, las autoridades alertan sobre la posible propagación de enfermedades, dada la magnitud de cadáveres.
Cuerpos envueltos en mantas todavía cubren las calles y otros son aglutinados en camionetas.
“En realidad necesitamos equipos especializados en la recuperación de cadáveres (…) Temo que la ciudad sufra una epidemia debido al gran número de cadáveres bajo los escombros y en el agua”, aseguró a Reuters al-Ghaithi.
Ante la magnitud del desastre, también miles de personas han sido enterradas en fosas comunes.
Las calles permanecen cubiertas de barro, árboles caídos, cientos de autos destrozados y volcados. Gran parte de la urbe mediterránea quedó reducida a escombros cuando, en la noche del pasado domingo 10 de septiembre, el ciclón Daniel atravesó el noreste de Libia, causando fuertes lluvias e inundaciones letales. La situación empeoró cuando las represas a las afueras de la localidad colapsaron y arrasaron extensas zonas de Derna.
“La mayoría de las víctimas podría haberse evitado”
La sorprendente devastación reflejó no solo la intensidad de la tormenta, sino también la vulnerabilidad de los habitantes de Libia frente a los desastres naturales, cuyas consecuencias se agravan en un país en conflicto.
Y es que la nación rica en petróleo ha estado dividida entre gobiernos rivales durante la mayor parte de la última década. Actualmente, se encuentra gobernada por dos administraciones. Un Gobierno de Unidad Nacional (GNU) reconocido internacionalmente tiene su sede en Trípoli, en el occidente, mientras que una administración paralela opera en el este, incluida la castigada ciudad de Derna.
Como resultado de las divisiones, el país ha quedado en un abandono generalizado de infraestructura y ni siquiera cuenta con un servicio meteorológico funcional capaz de emitir advertencias de desastres climáticos.
“La mayoría de las víctimas podría haberse evitado (…) Si hubiera sido un servicio meteorológico funcionando con normalidad, podrían haber emitido advertencias. Las autoridades de gestión de emergencias habrían podido evacuar a la gente. Y podríamos haber evitado la mayoría de las víctimas humanas”, afirmó este jueves 14 de septiembre Petteri Taalas, jefe de la Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU.
El funcionario remarcó los efectos letales de la desorganización ligada a la inestabilidad política que sufre Libia desde hace años.
De hecho, las presas que se derrumbaron a las afueras de Derna fueron construidas en la década de 1970 y no han recibido mantenimiento durante años.
Asimismo, las operaciones de rescate se complican por las fracturas políticas en Libia, que ha estado en guerra intermitentemente sin un gobierno central fuerte desde que un levantamiento respaldado por la OTAN derrocó al entonces dictador Muammar Al Gaddafi, en 2011.
El peligro de las municiones sin detonar
Sobre el terreno, los trabajadores humanitarios enfrentan otros grandes desafíos.
Erik Tollefsen, un responsable del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), advirtió sobre el peligro relacionado con los artefactos explosivos sin detonar, instalados durante años de conflicto, que las inundaciones han desplazado a “zonas antes libres de contaminación”.
Esto supone “más riesgos para los supervivientes y los responsables de la ayuda humanitaria”, advirtió Tollefsen.
Naciones como Egipto, Túnez, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Qatar han enviado equipos de rescate. Italia envió tres aviones con suministros y personal, así como dos barcos de la Armada que tuvieron dificultades para descargar la ayuda debido a que el puerto de Derna, atascado por los escombros, quedó casi inutilizable.
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